Mi primer recuerdo de la tartamudez se remonta a mi niñez, cuando mis primos venían a jugar a casa. Me ponía nervioso de la emoción, y al hablar alargaba algunas sílabas. Me acuerdo de alargar de manera exagerada la «y»: «Esta mañana he ido al cole yyyyyyyyyyyyyyyyy después con la bici.»
Todos los recuerdos que guarda mi memoria sobre mi compañera de vida, la tartamudez, no son buenos. El siguiente recuerdo que me viene a la mente mientras escribo esto es el día de mi primera comunión. El sacerdote que nos comulgaba nos dio a cada uno un texto que teníamos que leer durante la celebración, delante de todos los invitados. Yo me lo sabía prácticamente de memoria de la cantidad de veces que lo había ensayado en casa. Llegó mi momento, me acerqué al altar, con mi traje de almirante blanco, tomé aire y el sacerdote me dijo: «Te he cambiado el texto, lee este.»
Mi nivel de nerviosismo en ese momento se disparó. Me bloqueé y tartamudeé delante de una iglesia llena “hasta la bandera”. Como todos los niños, tenemos ese día grabado en vídeo para el recuerdo. Yo, debido a lo que me pasó, no lo he visto más de una vez en toda mi vida, y la verdad, no tengo ganas de volver a verlo.
Otro recuerdo es del colegio, cuando estaba en 8º de educación primaria; tenía entonces 14 años. Un día, en la asignatura de Naturales, teníamos que leer un texto. No sé qué me pasó ese día, pero cuando me tocó leer, estaba súper nervioso y tartamudeé. Recuerdo que al finalizar la clase, ya puestos en fila para salir, se acercó el profesor, que era el sacerdote director del colegio, y me preguntó: «¿Estás nervioso últimamente?» Yo le respondí, sin saber qué decirle: «Un poco, sí.»
No se trató de un problema puntual de ese día, porque fue a más. Recuerdo que el mismo sacerdote que me comulgó era mi profesor de Lengua. Sus clases comenzaban recitando el alumno que él nombraba el Padrenuestro. Un día, me tocó leer un texto. Me puse nervioso y tartamudeé. Él se rió a carcajadas y mandó leer al siguiente. Como hemos visto en el curso, en la búsqueda de estrategias (que no funcionan) para gestionar los bloqueos, aprendí que a los que seleccionaba para rezar, después no les preguntaba nada en clase. Así que me ponía en un sitio visible para que me seleccionara, decía el Padrenuestro del tirón, y me quedaba tranquilo el resto de la clase.
Por el contrario, sí que he conseguido “gestionar” la tartamudez en momentos importantes de mi vida, de tal manera que no se “notara.” Recuerdo el día de mi boda y el día de la defensa del proyecto de fin de carrera. En ambos casos surgió un distractor que me ayudó a no bloquearme. El día de la defensa del proyecto de fin de carrera, no funcionaba el proyector. Tuvo que venir la conserje a conectarlo, y el tribunal estuvo muy cercano a mí, conversando y quitándole importancia a la incidencia del proyector. Y el día de mi boda, cuando me tocó leer, el sacerdote me dijo: «Espera un momento, lee aquí.» Ese día, todos los invitados me dijeron que estaba muy serio en la iglesia y que después de la ceremonia ya me relajé. Lo que no sabe la gente es que estaba en ese estado de tensión porque no quería bloquearme el día de mi boda. Por eso, cuando leí todo sin bloquearme, me relajé y sonreí; lo había conseguido.
La tartamudez me ha cerrado —o yo me he cerrado— muchas puertas. Cuando tenía 18 años, era un niño y no sabía a qué me quería dedicar en la vida. Barajé la opción de opositar para ser policía nacional, no por vocación, pero lo descarté porque no me imaginaba hablar por la emisora sin tartamudear.
Conocí la página de Hablyo por casualidad, haciendo búsquedas en Google de cómo tratar la tartamudez. Ya no lo hacía solo por mí, que en cierta manera he aprendido a vivir con este problema, sino por mi hija pequeña, Sara, que desafortunadamente tiene el mismo problema.
Cuando escuché a Savio hablar el primer día, fue una sorpresa para mí porque relataba todo lo que yo había sufrido a lo largo de toda mi vida, sin que yo se lo hubiera contado antes. Al acabar la primera clase, supe que Savio y su curso eran la solución al problema.
Durante la realización de los ejercicios que componen el curso, sentí que era capaz de hablar sin bloqueos. Cada día que pasaba, lograba gestionar mi velocidad al hablar, reducir mi nivel de ansiedad y sentir que podía.
También, gracias al curso, he conseguido decirme a mí mismo y en voz alta: “Soy tartamudo.” En mi opinión, como un alcohólico, un drogadicto, etc., lo primero que tienes que hacer es reconocer tu problema. Antes de realizar el curso, solo me lo decía interiormente.
Ahora que ya he acabado el curso, poco a poco voy abriendo el abanico de las personas con las que hablo, aplicando los ejercicios que me ha enseñado Savio. Al principio, la puesta en práctica de estos se redujo a mi familia, y ahora se ha extendido a un círculo más amplio, como el trabajo, los comercios, etc. Gracias al curso, he reducido significativamente mi velocidad al hablar, he ganado confianza en mí mismo, y mis bloqueos se han reducido considerablemente.
Me queda camino por recorrer. El lenguaje es práctica, y yo, en estos momentos, estoy aprendiendo de nuevo a hablar sin bloqueos, aplicando las herramientas que Savio me ha enseñado.
Para más información rellena el siguiente formulario y contactaremos contigo lo antes posible.