Mi nombre es Javier y soy tartamudo.
Mi nombre es Javier y soy tartamudo, una frase que, en mis 50 años, nunca había pronunciado. Es extraño darme cuenta de esto porque no es una frase aislada, extraña o desconocida para mí. Es una frase que sé que existe, que convive conmigo día a día, y que conozco perfectamente.
La frase es: Soy tartamudo.
Qué difícil fue decirla por primera vez hace unos días. Hoy en día, ya es mucho más fácil. Pienso que es el primer paso para enfrentar el problema: reconocerlo. Si bien es cierto que lo reconocía porque lo vivo diariamente, reconocerlo ante otra persona siempre fue un tema tabú. Hoy eso terminó. Hoy en día no tengo problemas en decirlo; me siento seguro. Soy otro Javier, y estoy feliz por eso.
De niño, mis padres se preocuparon poco por el tema del lenguaje. Realmente sigo sin entender cómo no me ayudaron en un tema tan sumamente importante. Me llevaron a unas cuantas sesiones con un logopeda. Como se imaginarán, sin éxito alguno. Este logopeda, aunque muy dedicado, solo me hacía leer libros en los cuales se repetían palabras. Según él, repitiendo y repitiendo se solucionaría el problema. ¿Es que acaso no se daba cuenta de que, al salir de las terapias, todo volvía a ser como antes? En resumen, fue una pérdida de dinero y de tiempo para mí.
Hace unas semanas, después de 50 años tartamudeando, decidí ponerle fin a esto. Comencé a buscar opciones fuera de Perú porque sentía que las opciones en mi país no me daban seguridad. En Perú, sentía que el tema estaba un poco dejado de lado. Así fue como pensé, mientras buscaba: ¿Cómo soluciono este tema? Se me ocurrió buscar en España porque en agosto tenía un viaje programado, y pensé que quizás podría aprovechar para visitar a algunas personas que me ayudaran con el tema en Madrid. Contacté con dos o tres opciones: unos psicólogos, un logopeda ex-tartamudo y unos hipnotizadores. Los costos eran altos, pero el esfuerzo valía la pena. Al final, se podía perder el dinero y un poco de tiempo, pero con suerte, alguno podría resolver el problema.
Buscaba una solución mágica, pero hoy en día sé que no existe. Sin embargo, encontré algo mejor que la magia: encontré un método. Un método que me da las herramientas para dejar de tartamudear, un método explicado por una persona que conoce el tema mejor que nadie, un italiano loco, divertido, carismático, expresivo, que me enseñó las herramientas para vencer el problema.
¿En qué consiste el método? Básicamente, consiste en mantener ocupado el cerebro en cosas que no le permiten tener bloqueos. Al inicio es un poco complicado enfocarse en esto, pero con el pasar de los días, se hace cada vez más fácil.
El método es como todo en la vida: como hacer ejercicios, como hacer dieta, como aprender un nuevo idioma. Los resultados nunca son inmediatos; no hay magia. Hay constancia, práctica y perseverancia, que dan como resultado un mejor cuerpo y desarrollo de músculos, bajar de peso, y hablar un nuevo idioma, refiriéndome a los ejemplos anteriores.
Entonces, ¿ya está? Facilito. Uso el método y me lanzo al mundo. Pero habrá, sin duda, días fáciles, días regulares y días difíciles. Hay un tema importante entre la ansiedad y la velocidad. Debemos tener presente que la relación debe ser inversa. A más ansiedad, se baja la velocidad. No debo escupir las palabras ni generar un caos lingüístico; a más ansiedad, bajo la velocidad, me concentro en el método y salgo adelante del bloqueo.
¿A dónde pienso que se puede llegar? Refiriéndome nuevamente al ejemplo de las dietas, el gimnasio y el nuevo idioma. Llegará el día en que me miraré en el espejo o me tocaré los brazos y notaré nuevos músculos, músculos desconocidos hasta ahora. Si hago la dieta, un día la balanza me premiará y sorprenderá, dándome un peso que jamás soñé alcanzar. En cuanto al idioma, un día no sabré si estoy pensando en mi idioma nativo o en el aprendido. Ese día, habré tenido éxito en estas cosas.
En cuanto al lenguaje, pienso que llegará un día —espero que no muy lejano— en que no me daré cuenta de nada. Hablar será tan fácil, normal y natural, que lo haré sin pensar, sin acordarme de los ejercicios, sin recordar que antes no podía, sin miedos, sin inseguridades. Ese día, ese gran, soñado y anhelado día llegará. Y será, sin duda, el más grande de mi vida.
Hoy en día, me siento bien, muchísimo más seguro. Los miedos a los bloqueos han sido minimizados. Es más, quiero hablar, sí, quiero hablar, quiero experimentar con el lenguaje; es algo nuevo para mí. Es emocionante esta nueva etapa que estoy comenzando.
En esta nueva etapa, estoy hablando muchísimo, pero muchísimo mejor. Ahora, solo dependerá de mí practicar y practicar, aplicar lo aprendido, y lograr el 100% de fluidez al momento de hablar.
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