He sido tartamudo desde que tengo uso de razón. Mi primer recuerdo con la tartamudez probablemente se remonta a cuando tenía 5 o 6 años, en la escuela. Recuerdo que me decían que se me pasaría con el tiempo, pero la tartamudez persistió. También recuerdo que mi primer contacto con un logopeda fue a esa edad. En la escuela teníamos una logopeda que solía sacarme de clase para hacer ejercicios del habla. Muchas veces eso me hacía sentir diferente, y otras tantas venía acompañado de burlas de mis compañeros, algo que continuó prácticamente hasta la edad adulta. Desde entonces, empecé a ver la tartamudez como algo muy negativo.
Durante los años siguientes, y hasta ahora, recuerdo especialmente con amargura los momentos de lectura en voz alta o aquellas conversaciones en grupo en las que me sentía atrapado.
Hasta mis 22 años pasé por innumerables logopedas y médicos, cada uno con su propia técnica: meditación, masajes en la boca, alargar vocales, cantar… Ninguna de ellas funcionó a largo plazo. Justo antes de hacer el curso con Savio, llevaba un año sin acudir a ningún logopeda, tal vez porque había perdido la esperanza o porque sentía que ya no quedaban opciones por probar.
Encontré el curso de Savio por pura casualidad. Buscando en internet, me topé con su página web. Mi primer instinto fue desconfiar. Me dedico al desarrollo web, entre otras cosas, y al ver su página pensé: «Esto parece una de esas páginas genéricas hechas con WordPress». Las fotos de stock y las sonrisas por todas partes reforzaban mi sensación de que podía tratarse de una estafa. Pero nada más lejos de la realidad.
Cuando decidí contactar por WhatsApp, la respuesta fue muy amable. Me comentaron que podría tener una primera sesión con Savio en unas semanas, lo cual me hizo reflexionar, ya que parecía ser un curso muy solicitado.
Cuando llegó el día, Savio me pareció una persona muy realista y con los pies en la tierra. Todo lo que decía me hacía sentir identificado como tartamudo, y los ejemplos que ponía eran situaciones que yo mismo había vivido. Al final de la llamada, me explicó cómo sería el curso, y no voy a mentir: el precio me pareció elevado. Sin embargo, ofrecía una semana de prueba gratuita y sin compromiso. Mi idea inicial era hacer la semana gratis y después dejarlo, intentando apañármelas con lo aprendido. Pero ahora me alegro profundamente de no haberlo hecho, porque sé que no habría sido capaz de lograr lo mismo por mi cuenta.
Ahora, con el curso finalizado, me doy cuenta de que esta es la primera técnica en mi vida que realmente ha hecho desaparecer los bloqueos, en lugar de enseñarme a «luchar contra ellos», como habían intentado otros logopedas. La búsqueda de los tres ejercicios, el control de la velocidad y las aperturas me han permitido hablar sin bloqueos cuando aplico la técnica. Además, ya no me supone un esfuerzo controlar el habla reduciendo la velocidad y abriendo bien la boca.
Con tiempo, práctica y esfuerzo, estoy seguro de que los bloqueos desaparecerán por completo. Empecé el curso con muchos bloqueos y lo terminé prácticamente sin ninguno. Es tal y como dice Savio: «No tartamudeando, se deja de tartamudear».
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